Desde principios de los años setenta hasta nuestros días se viene celebrando en días como hoy, todos los 22 de abril de cada año, el Día Mundial de la Tierra. Tras los años 60, después de un largo periodo industrial y desatención por parte del gobierno de los Estados Unidos con relación al cambio climático, el político Gaylord Nelson convocó una manifestación para reivindicar la necesidad de tomar medidas cuanto antes.
Casi 50 años después, el panorama es alarmante; se pronostica que, sí no se toman las medidas necesarias antes del 2030, la destrucción de nuestro planeta sería irreversible. Por ello la celebración propone, no sólo fomentar la lucha contra el cambio climático, sino valorar los recursos que obtenemos de la naturaleza, desde los que usamos día a día para nuestra actividad económica, como los combustibles fósiles o la madera, como otros tan elementales para que la vida pueda producirse en el planeta, como el sol o el viento, y que pueden aportar nuevas formas de obtener energía.
Celebrar el Día Mundial de la Tierra no tiene por qué ser sólo manifestarse; es mucho más importante compartir y concienciar pequeños gestos que se pueden realizar en nuestro día a día para contribuir con nuestro planeta. Por ejemplo, reciclar no sólo permite utilizar una y otra vez los mismos recursos, sino que también ayuda a evitar que la basura se amontone en el mar, pudiendo producir la desaparición de algunas especies de nuestros mares como las tortugas marinas o ballenas y cachalotes, o en nuestros barrios y comunidades, produciendo la presencia de plagas que aportan enfermedades y deterioran nuestros espacios.
Es importante que se asuma este reto en comunidad y desde la educación y el respeto por lo que tenemos. Al fin y al cabo, como dice una frase, “mil máquinas jamás podrán crear una flor”