Cómo escoger y reciclar bombillas de bajo consumo

Las dudas sobre qué modelo es más conveniente o qué hacer cuando se funden se solucionan con unos cuantos consejos

Las bombillas de bajo consumo son buenas para el medio ambiente y para los bolsillos. En los próximos años, sustituirán por ley a las que más energía gastan y, en el mercado, cada vez hay más variedad que pone en dudas a los consumidores. ¿Compacta fluorescente o de quemador halógeno? ¿CFL con bulbo o reflectora? ¿Qué vatios hay que elegir para conseguir la misma luminosidad que con las bombillas incandescentes de toda la vida? ¿Cómo se puede lograr que tengan la mayor duración posible? ¿Tienen materiales tóxicos? ¿Qué hay que hacer con ellas cuando se han fundido? Para aclarar estas cuestiones, conviene saber cuáles son los diferentes modelos y cómo reciclarlas cuando se acaba su vida útil.

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Diferentes bombillas de bajo consumo

El uso de bombillas de bajo consumo será creciente en los próximos años por dos motivos básicos. Estos modelos necesitan menos energía y duran más tiempo que los convencionales, de manera que el medio ambiente y la economía de los consumidores lo agradecen. Basados en esta premisa, las instituciones han marcado un calendario progresivo de eliminación de los principales modelos de mayor consumo, que ha empezado en septiembre de 2009 y culminará en septiembre de 2016.

En el mercado se pueden encontrar dos tipos de luminarias ahorradoras: las lámparas compactas fluorescentes (CFL) y las de quemador halógeno. Las CFL se conocen de forma más genérica como de bajo consumo. En España, se utilizan unos 45 millones de unidades CFL, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Iluminación .

En España, se utilizan unos 45 millones de unidades CFL

Las CFL tienen el mismo principio de funcionamiento que los tubos, pero se fabrican con el equipo de encendido instalado. Gracias a ello, se las puede sustituir por las incandescentes, frente a las que tienen un rendimiento mucho mayor: para una misma potencia consumida, aportan de cinco a diez veces más flujo luminoso. Sus prestaciones han mejorado en los últimos años, pero todavía no han conseguido el brillo de las convencionales y su rapidez de encendido es algo menor.

Las bombillas de quemador halógeno ahorran menos que las CFL, pero con un mismo requerimiento de potencia que las incandescentes (se basan en su sistema) aportan un 30% más de flujo luminoso. Comparadas con las CFL, dan una luz más brillante y su encendido es inmediato.

Si la prioridad es la eficiencia energética, hay que elegir una CFL de clase A y con una vida en horas de funcionamiento lo más larga posible para rentabilizarla. Si la bombilla se va a ubicar en lugares que precisan rapidez de respuesta, un mejor tono y color de luz y un excelente resaltado de los colores, hay que decantarse por las halógenas ahorradoras. La estética es otro elemento que se valora: algunos tipos de bombillas pueden no encajar bien en su lugar de ubicación o desentonar con la luz y el entorno.

Las bombillas LED

Ahorra hasta 9 veces más que las incandescentes y 2 veces más que las fluorecentes CFL; puedes ahorrar hasta 50 veces más que las incandescentes y 10 veces más que las fluorescentes compactas (CFL).

Otros beneficios que ayudan el bolsillo es el hecho que las LEDs son frías; no acumulan calor y eso se traduce en ahorros en refrigeración. Igualmente el riesgo de que se rompan es mucho más alto con una CFL o incandescente que con una LED. Esto es muy beneficioso pues el rompimiento accidental, por consiguiente elimina la vida útil de la bombilla, aumenta los gastos asociados a la iluminación, añade basura en los vertederos y tiene la posibilidad de causar heridas por laceracion. En el caso de las CFL también expone a los residentes a vapores de mercurio.

Con respecto al medio ambiente, todo sobre las bombillas LED es a su favor . Sin mercurio u otros tóxicos. Son reciclables. La vida útil de las bombillas LED significa mucho menos basura en los vertederos (1 bombilla LED dura lo mismo que 50 bombillas incandescentes o 10 CFL). La eficiencia extrema de las bombillas LED significa muchísimo menos uso de nuestros recursos de energía; lo que es también un ahorro significativo en emisiones de CO2. También la luz fría impone menos carga en los sistemas de aire acondicionado; lo que se traduce en ahorros de energía; también menos calor es igual a menos calentamiento global. Una sola bombilla LED evita la emisión a la atmósfera de 10 kilos de CO2 en 1 año

 

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