Los problemas derivados del calentamiento del planeta acarrean consecuencias en el medio ambiente y, por tanto, en la producción de alimentos
El cambio climático influye, desde hace años, en muchos de los aspectos de la vida cotidiana. Uno de los retos que plantea es saber identificar los riesgos para una mejor adaptación y mitigación de los efectos, sobre todo en el campo de la agricultura y la seguridad de los alimentos, dos de los sectores de mayor riesgo. Y es que los estudios no son nada alentadores; se estima que las consecuencias del cambio climático disminuirán de forma considerable la producción de cultivos en 2030, un descenso provocado sobre todo por el calor y la sequía. El artículo explica cuáles son los efectos del cambio climático sobre los alimentos en general y el agua en particular.
El cambio climático afecta tanto a la producción, transformación, distribución y consumo de alimentos, así como a la disponibilidad de alimentos seguros e inocuos. La calidad de estos parámetros disminuye cuando los sistemas alimentarios «se estresan». Las consecuencias en la seguridad de los alimentos son, por tanto, importantes.
Una de ellas es que favorece el traslado del área de distribución geográfica de los patógenos y acorta su periodo de incubación. En 2011, un estudio publicado en Environmental Health Perspective ya vaticinaba que el calentamiento del planeta tendría consecuencias en las infecciones transmitidas por los alimentos. Años más tarde, en 2015, y dentro del proyecto europeo Veg-i-Trade, expertos europeos confirmaban esa creencia y relacionaban los cambios de temperatura y de los patrones de precipitaciones con la contaminación de frutas y verduras.
Efectos del cambio climático
Una de las principales consecuencias, según las investigaciones publicadas, es que el incremento de la temperatura en la superficie del mar provoca una mayor incidencia de enfermedades infecciosas transmitidas por el agua y vinculadas a la presencia de toxinas en mariscos. Según la investigación de 2015, elaborada por expertos de la Universidad de Gante (Bélgica) y la Universidad de Wageningen (Países Bajos), existe una relación entre los cambios en la temperatura y en las precipitaciones y la contaminación de la fruta y los vegetales. Y es que la temperatura ambiente y los patrones de precipitaciones influyen en los alimentos y las enfermedades transmitidas por el agua. Dentro de los patógenos más habituales, los científicos presentan una lista en la que aparecen Salmonella, Campylobacter y enterovirus.
La sequía hace a las plantas más susceptibles a las enfermedades
Los efectos sobre la seguridad de los alimentos varían en función de los distintos procesos que pueden derivarse de los efectos del cambio climático (Departamento de Agricultura estadounidense). Así, la sequía provoca sobre todo una pérdida de vigor de las plantas, lo que hace que estas sean más susceptibles a las enfermedades. Las inundaciones y lluvias fuertes, en cambio, favorecen el crecimiento de hongos patógenos en las hojas y muchos organismos que causan enfermedades se propagan con las corrientes de aire.
Este tipo de sucesos también conduce a la contaminación de los suelos. Por otro lado, las altas temperaturas de los océanos y la salinidad provocan un aumento de la presencia de vibrios que afectan al marisco. La desertificación incrementa la concentración de pesticidas en las plantas y, por último, la subida de la temperatura del agua conduce a una mayor contaminación por mercurio de peces.
Muchos estudios se han centrado en cómo influye el cambio climático en el sabor y características de los alimentos. La mayoría de ellos ya han constatado que, en la fruta, el aumento de las temperaturas afecta a la fenología de muchas especies de árboles frutales. Y que no solo las temperaturas tienen consecuencias en la producción, también influyen las lluvias, que alteran sobre todo el proceso de floración.
Agua y cambio climático
Los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el agua representan, de forma destacada, un riesgo para la salud pública, tanto en países desarrollados como en desarrollo. El proyecto VIROCLIME (2010-2012), desarrollado por centros de investigación de España, Reino Unido, Grecia, Suecia, Brasil y Hungría, alertaba de que las lluvias excesivas pueden movilizar patógenos en el medio ambiente y aumentar la turbidez del agua, un problema relacionado con la aparición de enfermedades gastrointestinales.
Las aguas residuales contienen virus que, si no se gestionan bien, pueden convertirse en una fuente de contaminación a través del agua potable. Entonces, los expertos preveían que los virus mantendrían un papel predominante en la aparición de enfermedades gastrointestinales relacionadas con el agua, a causa de la presencia ubicua de algunos virus de origen humano en aguas residuales y en el ambiente. Los estudios basados en modelos epidemiológicos establecieron un seguimiento de las asociaciones entre las concentraciones de virus y los modelos calidad de agua y aislaron, como patógenos más habituales, Campylobacter y Cryptosporidium spp., seguidos de Leptospira spp., norovirus y Vibrio Vulnuficus.